De nuevo con las aceiteras rellenables: mitos y confusión

Desde el 1 de enero del 2014, aunque con un lógico periodo transitorio de dos meses hasta el 1 de marzo (dos meses que se suman a los 2 meses que ya han mediado desde la aprobación de la ley hasta su entrada en vigor, y esto sin hablar de los meses de tramitación), el sector de la hostelería se encuentra con la obligación de eliminar en sus establecimientos los envases rellenables de aceite para el público.

Mirando al principio de enero mi telediario favorito, no pude estar más extrañado ante la manera con la que los periodistas contaron la noticia y los hosteleros entrevistaron opinaron.

Lo de los periodistas no me extraña. Con la crisis económica; las bajadas de sueldos; los despidos a los más veteranos que suelen ser más viejos, más caros pero más formados; la multiplicación de becarios; el paro en la profesión; el pluriempleo; las prisas,… estamos ante una profesión damnificada, unos profesionales en apuros pero con capacidad de generar inquietud social.

Lo de los hosteleros es más grave. Uno de ellos nos explicó que iba a tener que preparar el pulpo en cocina con monodosis, 5 para cada plato de pulpo nos precisó; otro que iba a tener que utilizar únicamente monodosis con lo que el desayuno se encarecía 40 céntimos; el tercero, por último, insistía en el desperdicio ecológico.

Conviene recordar que la nueva ley se aplica únicamente al aceite para el público. ¡Por supuesto, no habrá de emplearse monodosis en cocina! Ni siquiera serán necesarios para los desayunos, ya que se podrán ofrecer otros envases no rellenables.

El principal argumento en contra de la medida es el medioambiental. No creo que vayan a aumentar las pérdidas: el aceite de las botellas que no se utilice se podrá utilizar en cocina. Pero es verdad que  va a haber un aumento de los envases y embalajes. Pero la respuesta me la dio mi mujer, ya se sabe que las mujeres ´suelen tener bastante más sentido común que los hombres, al menos este es mi caso. Me dijo que en los bares y restaurantes, bebemos botellines de cerveza y botellas a veces de 3/8 de litros; que en los bares decentes, los destilados se sirven en botellas irrellenables, y que nadie se extraña. Me acordé de los últimos dolores de cabeza que me generaron unos cubatas de garrafón y no me quedo más remedio que darle la razón.

De lo que se trata en el fondo es primero de proteger al consumidor para que no le den gato por liebre. Pero, segundo, también, de dignificar el oro verde, el aceite de oliva. Uno de los graves problemas que sufre el sector es que se ha banalizado, transformado en un producto reclamo para los folders de los supermercados. Las empresas del sector no ganan dinero, o ganan muy poco, vendiendo grandes volúmenes, cierto, en el mercado nacional. Lo que permite al sector sobrevivir, desde las industrias a las cooperativas y los agricultores, es la exportación donde todavía se consiguen márgenes correctos.

¡Así no hay quien viva! Dignificar el producto es condición necesaria aunque no suficiente para que el sector se pueda asegurar un futuro. Los datos del paro del mes de diciembre, con la decisiva y muy positiva contribución del sector olivarero, demuestran una vez más si fuera necesario que es la economía real y no la virtual la que mantiene en pie un país.