Progreso tecnológico y otros organismos genéticamente modificados (OGMs)

La semana pasada, tuve la oportunidad de asistir y participar a unas interesantes jornadas que SYNGENTA organizó en Madrid para presentar su estrategia para los próximos años, el Good Growth Plan, así como sus nuevos y futuros productos tanto en el ámbito de las semillas como en el de los tratamientos. 

En la mesa redonda en la que participe, el tema que me toco lidiar fue el de las resistencias en la opinión pública, las administraciones y los políticos  ante el progreso tecnológico en general, y los organismos genéticamente modificados en particular.

La Comisión y las autorizaciones nacionales

El primer tema que me toco explicar es el porqué la Comisión Europea ha propuesto, hoy con el aval del Consejo de Ministros y del Parlamento Europeo, dejar libertad a cada Estado miembro para autorizar, o no, el cultivo de una semilla genéticamente modificada, una vez que haya obtenido el aval de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

Para comprender este punto, debo explicar brevemente como se toman (o no se toman) las decisiones sobre OGMs en Bruselas. El informe favorable de la EFSA es condición necesaria, pero no suficiente, para una autorización europea. Debe dar su visto bueno un Comité compuesto por representantes de los Estados miembros, por mayoría cualificada. Si (como  acontece normalmente) no se alcanza dicho acuerdo, en tema se traslada desde un Comité de la Comisión al Consejo de Ministros. Después de un plazo, si el Consejo de Ministros no llega a un acuerdo (como sigue aconteciendo normalmente), el tema vuelve a la Comisión que puede autorizar la semilla constatando la carencia de acuerdo.

Después de pensárselo mucho, la Comisión ha decidido no decidir. No estamos hablando en esta fase de una decisión técnica, en base a evaluaciones científicas, sino de las resistencias de muchos, opiniones públicas y gobiernos, ante las semillas genéticamente modificadas. Estamos en el ámbito de la política, en el sentido más puro de la palabra. 

No hay solución satisfactoria ante un dilema como este. Por un lado, como ciudadano y funcionario europeo, deseo una solución europea pero esta no es posible. Por otro, como demócrata que soy, no creo que se pueda imponer a las opiniones públicas y los gobiernos nacionales decisiones tan sensibles como estas. No puedo estar a favor de un despotismo  eurócrata ilustrado. 

En un futuro, cuando se produzcan este tipo de situación, los gobiernos nacionales podrán autorizar o no el cultivo. Ningún país cultivara si su gobierno y opinión pública no quieren.

El despotismo científico ilustrado

Cuando se habla de OGMs, de progreso tecnológico y del principio de precaución, son multitud las convicciones firmes y las opiniones asentadas. Desgraciadamente, no tengo la suerte de vivir en un mundo de certitudes.

Yo creo que la gran mayoría de los ciudadanos europeos no están opuestos, per se, al progreso tecnológico. La genética es una gran ciencia en la que se han realizado grandes avances, portadores como todas las ciencias de grandes progresos y grandes peligros. Todo depende como se utilizan; De los trabajos de Paul y Marie Curie, surgieron avances que han salvado muchas vidas humanas y otras que pueden acabar con la Humanidad.

Cuando, por modificación genética, se generan grandes avances en la medicina que facilitan la vida a los hemofílicos o se lucha contra el Ebola, casi todos estamos esperanzados y lo vemos con buenos ojos.

Algún día en las escuelas de negocios, se estudiará el caso “Monsanto o como torpedear la difusión del progreso tecnológico”. Con toda lógica, en búsqueda de rentabilidad y beneficios, esta empresa ha promovido masivamente nuevas semillas que facilitan la vida al agricultor, que es el que las compra y las paga. El gran olvidado es el consumidor, de nuevo lógicamente porque los nuevos productos son “equivalentes en sustancia” a los anteriores y por lo tanto nada cambiaría para él. ¿O no?

Algunos han llegado incluso a decir que, quiera o no en consumidor europeo, acabara (de hecho ya come) productos transgénicos porque la difusión del progreso tecnológico es imparable a lo largo y ancho del Planeta. 

Opiniones y actuaciones como estas chocan de frente con muchas opiniones públicas que han perdido la confianza en los órganos reguladores. ¡Hay que reconocer que distintas Administraciones hemos trabajado duro, por ejemplo durante la crisis de las vacas locas, para conseguir esta desconfianza!

El reconstruir la confianza entre una comunidad científica en su gran mayoría entusiasta con las OGMs y las opiniones públicas pasa primero por el respeto y la empatía. ¡Qué quieren que les diga, no nos gusta a los ciudadanos de a pie que nos llamen ignorantes! ¡Y, aunque no sepamos de genética, como somos los que al final compramos los productos, queremos tener voz y voto en el asunto!

Los temores son reales, hay que respetarlos y responder a ellos. Además son múltiples y variados: desde el impacto a largo plazo sobre la salud humana hasta el control del material genético por unas pocas multinacionales, pasando por la coexistencia en campos vecinos de agricultores con señillas OGMs, agricultores convencionales y agricultores biológicos. 

Esto pasa por poner en el centro de toda estrategia no al agricultor sino al ciudadano y el consumidor, el “jefe” por recoger la terminología que ha popularizado Mercadona. La caricatura del “mal-hacer” fue este tomate genéticamente modificado que respondía perfectamente a las necesidades de la gran distribución al aguantar mucho tiempo en tienda con poco o ningún frio. Su “único” inconveniente era su sabor y los consumidores americanos le dieron rápidamente la espalda.

Como consumidor (aunque es verdad que no existe un consumidor sino muchos consumidores) mis inquietudes son por supuesto el precio pero también la seguridad alimentaria, el sabor y el placer de comer y, en una menos extendida medida, el cómo han sido producidos, transportados y manipulados. Como ciudadano, podemos (entre otros) hablar de nuestra salud, de nuestros puestos de trabajo, de una vida más cómoda y fácil, del medio ambiente y rural, del bienestar de los animales, de las diferencias crecientes entre el primer mundo y los tercer y cuarto mundos.

Señores de la industria, somos muchos los que esperamos ser convencidos. ¡A trabajar también en esto toca!